“Espejito, Espejito”

Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa de todo el reino?”

“Mi reina, tú eres la más hermosa de todas.”

 Volví a mirar la foto, es una foto que veo constantemente porque la tengo como fondo de pantalla y cada vez que la veo tiene el poder de cautivamente y conmoverme. Su mirada me penetra hasta el punto que termino perdiéndome en la profundidad de la misma. Tanto así que, en uno de esos viajes, me fui tan lejos que en su interior me encontré a mí en ella.

En una primera impresión, la mirada de Felipe es una mirada de amor, ternura, confianza, inocencia y complicidad. Se me hace una mirada tan sincera que tiene el poder de engloba la intimidad infinita del encuentro madre-hijo.

Fue entonces cuando me vi. No es una foto de él, sino de nosotros. Ya que, si son buenos observadores, podrán ver que estoy ahí con él, justo en sus pupilas.                                                                               

Su mirada me devuelve la mía. Es un reflejo de mi propio amor por él y es justamente eso lo que causa una conmoción dentro de mí. Pero, además, él se mira a través de ese reflejo y va comprendiendo el mundo a través de mi mirada, lo que quiere decir que permaneceré mucho tiempo dentro de sus pupilas.

Felipe se ve en mí, Felipe se ve a través de mí y, al mismo tiempo, yo me veo en él y a través de él. Nos vamos construyendo por medio de esa mirada que nos devuelve algo de nuestra propia existencia.

En un primer momento, esta mirada es necesaria por su naturaleza constitutiva, y sí, es cierto que ser vistos tiene su precio; sin embargo, imagínense el terror que supondría no serlo.

Regreso a ver la foto y pienso: Estaré ahí en cada interpretación que él tenga del mundo, de los demás y sobre todo de él mismo. Estaré ahí hasta que él logré la desafiante hazaña de librarse de mí para comenzar a elegir quién él quiere ser día a día y reconstruirse en su propio deseo.

Y aquí viene lo interesante, creemos que queremos ser libres hasta que comprendemos que ser libres supone romper ese espejo en el que siempre nos hemos visto y comenzar a construir uno propio. Es justamente hacernos cargo de nosotros mismos y saber soportar el peso de nuestras elecciones.

Me pregunto: ¿Si esa mirada que hoy le doy, mañana le dará alguna escapatoria para que él pueda librarse de ella y encontrarse a él? De tal manera, que podremos salir de la dulce prisión que supone, para ambos, que yo permanezca ahí en sus pupilas.

Comprendiendo que la mirada es constitutiva, ahora te pregunto a ti: ¿en qué mirada te buscas? ¿te buscas en quiénes te miran bien?, ¿en quiénes te mira mal?, ¿en quienes te desean? O ¿en quiénes te rechaza? Y ¿cómo te miras a ti mismo en ese reflejo que te devuelve el Otro? Los seres humano somos seres sociales  y esto quiere decir que hasta cierto punto somos del Otro y venimos del Otro, pero adicionalmente está que justamente es en el Otro donde nos reconocemos y nos reencontramos con nosotros mismos.

Siguiente
Siguiente

La palabra que no nos encontró.