El Regreso a Ítaca

Duelo de un hijo por separación y divorcio

Hace un tiempo atrás, asistí a una conferencia que abordaba el tema de la migración humana desde el psicoanálisis. Con el propósito de desarrollar el tema, los expositores plantearon la analogía de la Odisea en relación a la migración, como el viaje que emprenden los migrantes lejos de sus hogares, e Ítaca como esa tierra que tuvieron que dejar, pero a la cual, de forma consciente o inconsciente, anhelan regresar.

Lo curioso de todo esto es que yo, sin haber migrado anteriormente, me sentí totalmente identificada con esta reflexión y más adelante pretendo explicarles por qué. Primero es importante destacar que, desde sus orígenes, la mitología ha servido para estudiar los fenómenos psíquicos concurrentes en la cultura y en la constitución del sujeto. La importancia del mito no radica en su credibilidad, sino en las partes irracionales del pensamiento que hemos depositado en él. Por medio del mito, podemos identificar los conflictos internos esenciales de la existencia humana que perduran a través de las distintas épocas. Es así como logré identificarme con algo que «nunca había vivido», pero que tocó algo de mi propia construcción subjetiva.

Como mencioné anteriormente, el poema Ítaca hace referencia a la Odisea. En el poema, Ulises, el protagonista, abandona Ítaca, su tierra amada, para ir a pelear en la guerra de Troya. Al terminar la guerra, Ulises emprende un largo viaje lleno de aventuras y desafíos que tendrá que enfrentar para lograr regresar a su añorado destino, su patria, su hogar; a Ítaca.

Ahora, se preguntarán: ¿cómo esto se relaciona conmigo y sobre todo con ustedes? Les contaré un poco sobre mí y luego cada uno podrá analizarlo desde su propia experiencia. Cuando tenía 5 años, mis padres se divorciaron y a partir de ahí, al igual que Ulises, emprendí mi viaje lejos de Ítaca, siempre con el deseo desconocido de regresar.

Durante este tiempo sucedió una inevitable reestructuración familiar y muchos cambios que representaron grandes desafíos emocionales. Por ejemplo: pasé de vivir en «mi casa» a vivir entre casas, un entre que representaba una migración psicológica, un limbo, un vacío, un no-lugar. Y a esto se le sumó la ausencia de mi padre, mudanzas, segundos matrimonios y nuevos hermanos. Cada uno de estos eventos implicó cambios reales, duelos por resolver y pérdidas no reconocidas.

Y aunque mis padres siempre hicieron lo posible para apoyarnos, la carga emocional fue muy pesada, sobre todo para una niña pequeña que en ese momento no contaba con las herramientas para elaborar el duelo por la ruptura familiar. Mientras crecía, en mí habitaba un sentimiento de división, nostalgia e injusticia. Definitivamente, no desde el saber consciente, pero sí desde mis estados mentales (pensamientos, sentimientos, ideas, emociones, percepciones) que se manifestaban en forma de asma, culpa, ira, desconfianza, idealización, y el pensamiento naturalizado de nunca ser suficiente.

La alusión a Ítaca resuena muy dentro de mí, ya que de forma muy similar los hijos de padres separados buscamos siempre regresar a ese espacio que algún día sentimos como nuestro, pero que nos tocó abandonar porque se avecinó la guerra. No importa qué tan largo sea el viaje, ni cuales sean las adversidades que se nos presenten en el camino, Ítaca lo llevamos siempre en el corazón.

Algunas veces, este intento se manifiesta en la fantasía de que las cosas vuelvan a ser como antes o en reparar el daño en una relación futura. Sea cual sea la forma, lo fundamental, en la referencia literaria, es comprender que Ítaca es, de forma trágica e inadvertida, un lugar al que es imposible regresar. Incluso si algún día creemos haber llegado a nuestro añorado destino, descubriremos que Ítaca ya no es lo que dejamos atrás, y probablemente jamás lo fue.

Yo, después de 20 años, tal como Ulises, quizás por fin esté comprendiendo el verdadero significado de Ítaca y lo resumiría de la siguiente manera: un viaje de renuncias con el objetivo de llegar, no a lo que dejamos atrás, sino a la patria que llevamos dentro, al hogar que habita en cada uno de nosotros. Y así, descubrir quiénes somos, cuál es nuestro propio deseo, y el verdadero significado de regresar a casa.

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